Gran Canaria se muestra a sus visitantes como un auténtico escaparate paisajístico donde es posible apreciar las peculiaridades del medio natural macaronésico y la variedad de flora y fauna autóctona.
Esta riqueza natural ha favorecido que casi la mitad de su territorio geográfico haya sido declarado Reserva de la Biosfera por la UNESCO, abarcando a seis núcleos de población rurales, la mayoría de ellos vinculados a las actividades tradicionales.
Y es que Gran Canaria es, posiblemente, la isla macaronésica que mayor diversidad de ambientes presenta como consecuencia de su posición central respecto a la Macaronesia y al propio Archipiélago Canario. Además, la Isla posee una característica silueta circular, con un diámetro medio aproximado de 47,5 kilómetros, y una superficie de 1560 kilómetros cuadrados. En conjunto, puede considerarse como un macizo que se eleva desde el nivel del mar hasta los 1.949 metros de altitud del Pico de Las Nieves, en el centro de la isla.
En la configuración geomorfológica de la isla reside uno de sus principales atractivos naturales. Una inmensa caldera de hundimiento (Caldera de Tejeda) domina el centro de la isla, que despliega, a su vez, una red de drenaje de aguas pluviales que recorren los barrancos hasta la zona de costa.
La altitud de la Isla y la complejidad de su relieve hacen posible la identificación de múltiples microclimas que posibilitan la existencia de variados hábitats. En este sentido, destaca el suroeste de Gran Canaria, que ha mantenido casi intacta su naturaleza original, a pesar de los diferentes procesos históricos que se han desarrollado a lo largo de los siglos. De hecho, en esta zona se localizan varios de los mejores pinares de Canarias. Y es que el pino canario es un árbol endémico de unas peculiares características que lo hacen único en el mundo. Su copa, de forma cónica cuando el árbol es joven, se torna irregular con los años debido a sus múltiples ramificaciones. Pero una de las características que mejor diferencian a esta especie frente a otro pinos son sus finas y largas hojas o acículas, que se agrupan en manojos a lo largo de las ramas del árbol.
Las actividades humanas se han integrado de tal forma en el entorno natural de Gran Canaria, que es difícil diferenciar los elementos introducidos por el hombre de los propiamente naturales. El resultado de la interacción de las actividades tradicionales con el paisaje natural se manifiesta en un mosaico paisajístico digno de ser conservado para futuras generaciones.
Mientras, en la franja litoral de la Isla, y hasta los 300 metros de altitud, dominan los ambientes áridos o hiperáridos, donde los cardones y las tabaibas son los protagonistas. Por otro lado, los fondos de los barrancos y los valles están ocupados por palmerales y otras formaciones de carácter azonal (tarahales, sauzales).
Igualmente, los contrastes que se dan en el ámbito costero, con amplios deltas sumergidos, coladas volcánicas submarinas, grandes acantilados y bancos de arena interconectados, hacen que la orla litoral sea rica en biodiversidad. Así, en estas zonas se sitúan poblaciones de tortuga boba y diversos cetáceos residentes, entre los que cabe destacar el delfín mular y una importante colonia de calderón gris.
Toda esta riqueza natural y geográfica es el aval de Gran Canaria, un paraíso vegetal que debe preservarse para residentes y visitantes conservando sus condiciones ambientales gracias a la declaración de Reserva de la Biosfera.
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