Los orígenes de la historia de Canarias en general se entremezclan con mitos y leyendas y existen varias teorías al respecto.
Al igual que del resto del archipiélago, se desconoce la época en que llegan a Gran Canaria sus primeros pobladores. La mayoría de los arqueólogos, sin embargo, se inclinan por que llegaran a mediados del primer milenio antes de nuestra era, procedentes del cercano continente africano.
De una u otra forma hay que remontarse a la época clásica para tener las primeras referencias históricas de Gran Canaria. Las investigaciones sobre los primeros pobladores apuntan a una vinculación con el ámbito norteafricano y el entorno cultural de los bereberes quienes colonizaron la Isla a mediados del primer milenio A.C. Gran Canaria fue la isla receptiva más importante de los distintos pueblos y culturas que llegaron al Archipiélago en la época prehispánica.
La conquista de la Isla, realizada en el último tercio del siglo XV bajo el mandato de los Reyes Católicos, costó cinco años de lucha, debido a la fuerte resistencia que ofrecieron los aborígenes. La incorporación definitiva de Gran Canaria a la Corona de Castilla se debe a Pedro de Vera, quien concluyó en 1483 la conquista iniciada por Juan Rejón. Esta conquista tuvo dos fases: desembarco y construcción del Real de Las Palmas, en la desembocadura del Guiniguada; y campaña militar de Vera, que termina con el sometimiento de los aborígenes de Gáldar, y con una campaña de pacificación en la vertiente sur de la Isla.
La población aborigen se vio obligada a aceptar las condiciones que impusieron los conquistadores. Se les obligó a bautizarse y convertirse a la fe cristiana instigándoles a abandonar sus costumbres y su religión, lo cual fue muy perseguido por la Inquisición. Además quedó discriminado el uso de la lengua insuloamazigh empleada en Gran Canaria, así como las costumbres propias, pues no solo estaban mal vistas en la nueva sociedad colonial sino que además eran perseguidas. A pesar de ello algunos grupos permanecieron en las más ocultas montañas del interior de la isla preservando sus costumbres y negándose a formar parte de la nueva sociedad colonial que los discriminaba. Se llamaban a sí mismos Inekaren que quiere decir alzados y durante décadas poblaron el interior de la isla donde la presencia castellana era casi inexistente, dedicándose a la agricultura y la ganadería y ajenos a los cambios sociales que estaban sucediendo tras la conquista. Muchos canarios fueron perseguidos, ejecutados, deportados a lugares como Madeira o, en el peor de los casos, esclavizados para ser vendidos en los mercados europeos.
Una vez llevada a cabo la conquista tiene lugar la colonización de la isla y un prolongado proceso de aculturación de la población aborigen. Se implanta un sistema colonial. La corona de Castilla comienza a infiltrar en Gran Canaria todo su tejido político, social y económico. La capital grancanaria se configuró en centro administrativo y epicentro de los designios del Archipiélago (Obispado de Canarias, Tribunal de la Santa Inquisición, Real Audiencia de Canarias...)
Los conquistadores castellanos, que habían financiado la conquista, se reparten las tierras de la isla apropiándose de las zonas más favorecidas y sobre todo de los pozos y barrancos que servían de suministro de agua. Esto será un factor clave durante toda la historia de Gran Canaria debido al extenso poder que abarcan quienes controlan las fuentes de agua.
Es en el siglo XVI cuando empieza a tomar forma la sociedad canaria actual fruto del mestizaje entre la población indígena, los colonizadores europeos y los esclavos, formándose una sociedad estratificada en la que en la cúspide se encontraban los conquistadores castellanos, que tenían el control de la tierra y de las aguas para el riego. Seguidamente estaban ciertas familias criollas descendientes de linajes aborígenes favorables a la conquista, así como colonos europeos dedicados al comercio. Un escalón por debajo se encontraban los canarios obligados a dejar atrás su idioma y sus costumbres y también grupos de moriscos y sefardíes que habían emigrado a la isla tras abandonar España. En lo más bajo estaban los indígenas alzados y los esclavos.
En el siglo XVII se resquebraja este esplendor de Gran Canaria, debido al freno que sufrieron las exportaciones agrarias tanto a América como al resto de Europa.
Habrá que esperar hasta mediados del siglo XIX para que se instauren los puertos francos, un régimen especial económico nacido para favorecer las relaciones comerciales del archipiélago. Es precisamente esta prebenda, basada en las exenciones fiscales y facilidades para el libre comercio, la que actúa como el mejor atractivo para que el número de barcos ingleses y compañías navieras que recalan en la Isla se multipliquen. En la actualidad, la condición de insularidad de Gran Canaria y del Archipiélago, en general, viene estipulada en la Ley de Régimen Económico y Fiscal, establecida a raíz de la incorporación de Canarias a la Unión Europea.
Ese tráfico de barcos fue precisamente el causante de que en Gran Canaria se desarrollase la actividad turística, que con el transcurrir de los años se convertiría en la principal fuente de ingresos de la Isla y la colocaría como uno de los principales destinos turísticos del mundo. A partir de la segunda mitad del siglo XIX Gran Canaria comenzó a popularizarse entre los europeos como centro de descanso para turistas y enfermos, lo que fue aprovechado por las compañías navieras que, en sus desplazamientos, acomodaron camarotes para viajeros. Fueron también estas compañías las que impulsaron la creación de hoteles en la Isla, entre ellos el Santa Catalina (1890), en Las Palmas de Gran Canaria, el único establecimiento que, desde sus inicios permanece abierto.
El desarrollo del turismo y de los servicios que se generaron en torno a este sector se vio interrumpido por las distintas guerras (Primera y Segunda Guerra Mundial y Guerra Civil española) y no sería hasta los años 50 cuando esta actividad volviese a registrar cifras de visitantes de cierta importancia. Ni siquiera la apertura del Aeropuerto de Gran Canaria (por entonces Gando), en 1930, ayudó a reavivar el turismo.
En la Navidad de 1957 aterrizaba en Gando un avión de la compañía aérea sueca Transair AB, con sus 54 plazas ocupadas. Se trataba del primero de una serie de vuelos charter con el que Gran Canaria se inició en el turismo organizado de masas y en el negocio turístico moderno.
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